Que mejor manera de empezar una meditación acerca de la redundancia que utilizar un encabezado digno de ella. Básicamente los seres humanos somos reiteración pura: señalar en otros lo que somos o lo que muy dentro aborrecemos de nosotros mismos no es, a mi parecer, pura casualidad.
Reflejamos nuestros miedos bajo un mecanismo de defensa obsoleto, expuesto ante el mundo desde períodos remotos, pero ¿Por qué sostenemos el ciclo si aparentemente somos conscientes de su existencia? Tal vez se debe al constante temor al rechazo social, el temor a exponer nuestra verdadera naturaleza por encontrarnos «solos». Los sinceros u espontáneos son clasificados como audaces extremos o faltos de madurez ¿Pero en caso tal no es una falta de prudencia o sensatez el no mostrarte abiertamente conforme hacia tus verdaderos pensamientos?
Como piezas automatizadas de la sociedad señalamos (a veces “in-” y otras conscientemente) a aquellos que intrépidos que expresan sus inquietudes y predilecciones; si analizamos atentamente nos percatamos que, de este punto, parten los estereotipos que tanto mal han ocasionado a la raza humana.
He aquí algunas consideraciones en torno al tema:
- El primer paso para aceptarnos a nosotros mismos es definitivamente el autodescubrimiento. Para dejar la mimética debemos definir a nuestro ser así como un libro esboza las caracteristicas de sus personajes; colocar una lupa sobre los recuerdos que esboza un contagioso gesto hilarante en nuestro rostro, una lágrima correr de nuestro lagrimal (otra frase para la redundancia), etc.
- En el fondo señalamos lo que somos o lo que muy en el fondo anhelamos ser.
- Sabemos que ser nosotros mismos es la mejor opción ¿Entonces por qué seguir buscándonos a “nosotros” en otros?
“Puedo enseñarle a cualquier persona cómo conseguir lo que quiere en la vida. El problema es que no puedo encontrar a quien pueda decirme qué es lo que quiere” – Mark Twain